jueves, 29 de diciembre de 2016

El adversario

     Los escritores suelen utilizar la realidad como fuente de inspiración para desarrollar sus novelas, añadiendo siempre aditivos propios de la imaginación que singularicen la historia relatada. En ocasiones, lo que se hace es tomar una base real para deformarla o recrearla, o, incluso, contradecirla. Hasta la ciencia ficción parte de esta raíz para crear sus mundos alternativos o mañanas más o menos plausibles; eso sí, con cierta dosis de verosimilitud que ayude al lector a caer en las redes de lo ficcionado y asumirlo como hechos probables o, al menos, quizá posibles en un futuro incierto.
     Recordemos que, cuando Julio Verne nos elevó De la tierra a la luna y nos sumergió en Veinte mil leguas de viaje submarino, quedó en entredicho su cordura por imaginar acontecimientos que a la luz de su siglo resultaban un auténtico disparate, y que el devenir del tiempo y la evolución científica se han encargado de darle la razón y la admiración que se merece.
     Emmanuel Carrère (París, 1957) es un escritor francés cuya especialidad son las novelas de no ficción. No sólo escribe sobre la realidad y la recoge en sus páginas, sino que se fija en personajes y hechos extraños que llamen la atención de los lectores y cuyas vidas o acontecimientos puedan llegar a ser sorprendentes.
     Un ejemplo de su estilo es El adversario (1999), novela que recoge un hecho curiosamente real sucedido en enero de 1993 en Francia y que a muchos les puede resultar demasiado increíble para poder ser cierto.
     Jean Claude Romand, un reputado médico de la OMS, asesina a su esposa y a sus dos hijos en su casa, a sus padres en la de ellos, intenta acabar con su amante y posteriormente atenta contra su propia vida, aunque sin éxito. Cuando la policía empieza a investigar los terribles crímenes descubre no sólo que Romand no trabaja para la OMS, sino que ni siquiera es médico y que lleva mintiendo a su familia y a todo su entorno desde que tenía dieciocho años. Jean Claude vive en una ficción que consigue mantener durante décadas, hasta que la enorme mentira que ha ido creciendo con los años le estalla en la cara y no encuentra otra salida que acabar con aquellos a los que no es capaz de dar explicaciones de toda la falsedad que ha creado a lo largo de los años. Su actitud no ha sido inocente, ha ido fabricando un mundo de falacias que le convenía a sus propósitos del momento y que se descontrola dada la magnitud que llega a adquirir. El protagonista se convertirá en su propio adversario, pues en él surge una pugna interior entre la necesidad de dar a conocer la verdad y el instinto de supervivencia que quiere mantener la imagen ideal que con tanto esmero ha logrado dibujar.
     Carrère conocerá esta historia a través de los medios de comunicación, que llenarán su espacio con nuevas noticias cada día más increíbles sobre el luctuoso suceso. Atraído por los hechos, contactará con el asesino con el fin de novelar lo acaecido. Además, asistirá a las sesiones del juicio e incluso mostrará su opinión sobre lo sucedido. Se convertirá así el autor en personaje de la historia real que llena las páginas de El adversario.
     Quizá, discreto lector, pienses que he pecado al revelar la trama. Sin embargo, lo importante no es lo que hace Jean Claude Romand, pues es anunciado desde las primeras páginas, sino por qué lo hace. ¿Qué puede provocar que un avieso constructor de mentiras decida acabar con el edificio fraudulento que ha erigido cautelosamente durante años?

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